Leer más: De manteros, feriantes y miserias

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Es bien sabido que el mundo cambia y, aún con sus costos, es bueno que así sea. Nada puede esperarse de una sociedad que queda congelada en el tiempo.

Pero lo que nunca conviene es que se difundan errores y se fomenten confusiones.

En un ámbito preciso de esa ciudad (capital de la República desde hace casi ciento cincuenta años) conocido como Parque Rivadavia, hay diversos “emprendimientos” que pueden resultar de “interés público”.

Y también generar malestar entre algunos vecinos.

Ambos asuntos se comprende, pueden no ser compatibles…

A pocos metros de un gigantesco ombú, hay una placa que rememora el 75º aniversario de la creación de una Feria: la del Coleccionismo, iniciada con una de sus especialidades, la Filatelia. Afición que consiste, básicamente, en reunir y organizar sellos postales. Las “estampillas” que franqueaban las cartas enviadas por correo.

Este “metier”, que puede ser considerado un pasatiempo inocente (e incluso estúpido) es una ciencia auxiliar de la Historia. Cuando se lo encara con criterio racional, científico.

Se constituye, por ejemplo, en testimonio de hechos no suficientemente recordados.

Útil también para otros estudios sociales. Los economistas tienen material confiable acerca de la evolución del poder adquisitivo de los salarios (en relación con el valor del franqueo de una carta simple); los politólogos por la presencia de imágenes de personajes en las emisiones filatélicas; los geógrafos mediante el seguimiento de la frecuencia de matasellos de poblaciones ya desaparecidas…

En fin, más allá de la satisfacción del coleccionista ante tal o cual “pieza”, no sería inoportuno que nuestros municipios y algunas organizaciones de la comunidad se reencontrasen en la promoción de estas actividades con aspectos de la cultura popular.

Así pareció haberlo entendido algún Intendente de la Ciudad de Buenos Aires cuando le dio cierta entidad a esa Feria. Yo, en lo personal, lo recuerdo hacia las décadas del sesenta y el setenta, e incluso en los años ochenta.

La propuesta de reuniones alrededor del anciano ombú sobre la avenida Rivadavia al 4900, casi frente a la Iglesia, había sido lanzada desde una revista de alguna popularidad en los años cuarenta: la “Rojinegro”. Allí se difundía información de interés general y esa idea de encontrarse los días domingo por la mañana, cuando no llovía, dio de lleno en el interés de los vecinos porteños de todas las edades.

Naturalmente a quienes sólo llevaban algún cuaderno, sobre o carpeta para mostrar sus “reliquias”, se le fueron sumando quienes llevaban una mesita plegable e incluso una sombrilla. No sólo había canje, sino compra y venta. No había “operaciones de cuantía”, obviamente. Sino una intensa actividad que promovía el aprendizaje y la enseñanza del hobby.

Así, cuando las autoridades de la Intendencia captaron la posibilidad de aprovechar políticamente este espacio, tomaron dos decisiones:

  • registrar a quienes se mostrasen comprometidos con el tema, por su asiduidad y permanencia, emitiendo una credencial identificatoria y promoviendo la organización de los Feriantes, con elección periódica y democrática de sus representantes o delegados
  • solicitar a los inscriptos la realización de algún encuentro de difusión del material coleccionable, en forma de Muestras gratuitas, abiertas al público.

Poco duró esa iniciativa, como poco duraban las autoridades electas en las urnas…

Pero quedó una cierta sensación: los Feriantes recibían una autorización para estar en ese espacio, y se comprometían, a modo de contraprestación, mostrando y enseñando al vecindario su afición.

La importancia de la Feria del Ombú trascendió internacionalmente. Los filatelistas de otros países del mundo conocían su existencia y si visitaban Buenos Aires, trataban de conocerla en vivo y en directo.

Con los años se fueron sumando otros coleccionistas: los numismáticos (con sus monedas), los notafílicos (los de billetes); los sucrófilos (que guardan los sobrecitos de azúcar); y una diversidad de “rara avis”, con los boletos de tren, de tranvía, de colectivo; las tarjetas telefónicas; las fichas de subterráneo y las tarjetas Subtepass…

La heterogeneidad no generó conflictos pero complicó a las autoridades, que terminaron por formalizar la Feria.

Con la creación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el Jefe de Gobierno y el Ministerio específico lograron además que el Poder Legislativo porteño estableciese esas formalidades.

Ahora bien: los tiempos siempre traen novedades y complicaciones. Y las dificultades en la economía nos fueron trayendo otras condiciones: la de los manteros…

La manta, la lona, el plástico plegable, le han dado a infinidad de personas (mujeres, hombres, niñes… y lo que sea…) a hacerse de unos pesos logrando vender cosas… Esperemos que siempre “legales” y en forma legal.

No ignoramos (nuestros Intendentes y Concejales, tampoco) que mucha mercadería no es de propiedad de su vendedor, sino que viene “mayoristeada” de un  “poco claro” circuito de “financistas” y “banqueros”.

En muchas de nuestras plazas y parques, cuando no en otros sitios oportunos por la circulación de mucho público, aparecen los manteros. Lo que no se constituye de por sí en un delito, pero como complica la libre circulación, genera competencia desleal con los comerciantes instalados en locales habilitados, y puede dar lugar a hechos delictuosos, ¡SONASTE…! ¡a la lona con los manteros!

Lo que no sólo le da a ciertas autoridades una oportunidad increíble para ejercer su poder de policía, sino que refuerza la existencia de organizaciones promotoras de estos sistemas de ventas callejeras. Y protectoras de los “manteros habilitados”.

Por eso hemos creído conveniente poner a salvo otras formas de presencias en el espacio público que nada tienen que ver con esos especiales conciudadanos. Que no son delincuentes ni nada que se aproxime, sino emergentes inocentes de las crisis agudas en nuestro capitalismo residual y dependiente…

…Pero no son Feriantes, ni Artesanos.

A modo de dato complementario:

Un entusiasta Feriante, fallecido en plena pandemia, Carlos A. Costa publicó en 2019 un artículo rememorando los orígenes para gestionar el reconocimiento del próximo aniversario. Había sido, por muchos períodos, el Delegado titular de los Feriantes, elegido por el voto de sus pares.

La Feria del Ombú.   Artículo de Carlos A. Costa

https://buenosaireshistoria.org/juntas/la-feria-del-ombu

Placa en Homenaje a C. A. Costa

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