En el mientras tanto, se siguen perdiendo días y semanas en analizar las deliberadas superficialidades que monta el gobierno con sus –aparentes- tiranteces internas por repartija de cargos, cual telenovela turca de media tarde. Temáticas perfectas para que una parte de la sociedad y la gran mayoría del periodismo destinen horas y horas de conversación y ejercicio laxo del pensamiento, mientras el gobierno y todos los tentáculos que lo rodean, sostienen y mandan, avanzan con una celeridad nunca vista en apropiarse de todos los resortes de poder tanto financiero, económico, institucional en todas sus directrices como sociocultural, para que no quede el menor intersticio desde el cual aferrarse para proyectar la reconstrucción de soberanía nacional en el mejor de los casos, hacia un mediano plazo.

No obstante, hay que señalarlo para recordarlo cuando llegue la ocasión en un futuro no lejano: El gobierno de los “distintos a la casta” juegan y seguirán jugando hasta la obscenidad con las candidaturas testimoniales, esa aberración que traiciona artera y concienzudamente la confianza del electorado que concurre y decide votar por alguien, para que finalmente ese alguien se las pique y asuma en otra función. Si ello es condenable cuando los unos utilizan dicha herramienta, también lo es cuando quienes la ejercen, son los otros. En esa lógica, son muy pocos, demasiado poquitos, aquellos que se salvan del oprobio.

Y aunque ya pasó todo lo que debía pasar… la imagen indica que el gobierno se encamina a pasar unas fiestas sin mayores alternaciones (lo cual habrá de verse, por aquello de que esto es Argentina). Entre propios y ajenos que se desarman en gestualidades de concordancia y dialoguismo –y uso de rodilleras con desmedida recurrencia- poco es lo que puede esperarse de acá al fin de año en materia de resistencias ciudadanas con suficiente potencia como para sacudir un poco la telaraña dentro de la cual se asienta, y consolida, el plan de saqueo colonial vigente.

Por caso, ¿A quién le interesa el saqueo financiero explícito, declaraciones del “comandante” Bessent mediante, por el momento y hasta tanto no vuele todo por los aires, como ya acostumbramos a soportar en este país de vez en cuando? Pareciera, y me baso en las praxis acumuladas cuando menos, desde una centuria a la fecha, que para amplios sectores  de nuestra sociedad –acaso no nítidamente mayoritarios, pero siempre cerca de constituirse en una apreciable mitad poblacional, en un trazo grueso- sólo doblan las campanas de la alerta cuando ya todo ha sido consumado y la explosión ya ha reventado una vez más, el castillo de naipes al cual tantos compatriotas elijen aferrarse una y otra vez, cual auténtica aria a la irresponsabilidad social, jamás admitida.

La persecución como política, y la muerte de toda credibilidad jurídica

El gobierno y sus aliados mediático-judiciales avanzan sin perder un segundo. Es algo evidente. Ahora con ese bochorno llamado “Causa Cuadernos”. Y no es cuestión de ignorar los hechos concretos de corrupción que salpican a funcionarios del kirchnerismo, al entramado empresarial y a otras figuras políticas de todo color y procedencia. Sólo se trata por estrategia de control político, de acentuar la persecución contra Cristina Fernández. Y en este punto hay que destacar el vasto conocimiento en la materia del periodista Raúl Kollmann, quien asevera que CFK no aparece en ninguna anotación, y ningún testigo ni “arrepentido” pudo señalarla como receptora o peticionante de… nada. Los cuadernos, tal como expone Kollmann, son una barrabasada técnica, y una inmundicia jurídica. Oscar Centeno, chofer escribiente, o eso dice, afirmó haberlos quemado en una parrilla. Un año y medio después, aparecieron casi intactos, y las pericias revelaron que la letra corresponde a más de una persona, que parte de los escritos fueron dictados. Están llenos de tachaduras y alteraciones. Y ahora los jueces se lanzan a la pileta de la ignominia más abyecta, sosteniendo que se incorporará “como lectura” por veraz lo que dijeron los “arrepentidos” sin control de las defensas. Al mejor estilo de los juicios frente a tribunales de totalitarismos del siglo XX o hasta incluso inquisitoriales. Ni a Cristina, ni a De Vido, ni a Roberto Baratta se les encontraron cuentas en el exterior ni bienes no declarados. Pero sí se le encontraron a la familia Macri, en cuyo gobierno nació esta causa… pero eso no cuenta, como es obvio, en el armado periodístico de este asunto, con tanto pero tanto tufo a bosta.

Es una nueva versión de aquel argumento del juez brasileño Sergio Moro –luego senador bolsonarista, ni más ni menos- para condenar a Lula Da Silva: “Intima convicción”. No tengo pruebas, pero tampoco dudas. Y con eso basta para aniquilar la última credibilidad posible en el sistema judicial argentino.

Luchas e indecisiones

La lucha constante de numerosas -y muchas veces dispersas- minorías intensas, asoma como una de las pocas herramientas sólidas y confiables para torcer -no siempre con ello basta- la virulenta voluntad ajustadora de un gobierno que se regodea con la crueldad, y que hace casi una religión de la discriminación más brutal contra todo aquel que piense o luzca de algún modo, “diferente” al estándar libertario-fascista de las ultraderechas occidentales vigentes.

Por el otro lado, las dificultades, timideces e indecisiones, cuando no explícitas zancadillas, de la oposición vienen de mucho antes a las elecciones de medio término. El resultado de las urnas sólo hizo que ese problema irresoluto volviera a aflorar en toda su fealdad a la luz. La ausencia de una conducción política unificada va de la mano del presente de fragmentación e interminable conteo de costillas multirrecíprocas, que comprende a casi todos los sectores de la política y del conjunto de nuestra sociedad.

Hoy por hoy, el peronismo en su actual y sancochado guisito ideológico, es la única fuerza opositora capaz de construir una alternativa electoral no testimonial, que encabece la disputa seria por el poder político nacional, abriendo sus amplios brazos a la integración programática con todas las vertientes de pensamiento político sobre –ojalá- una base mínima de acuerdos de reconstrucción nacional más o menos integral. Pero primero para ello debe resolver su eterna y ya odiosa lucha intestina, ya sea mediante consensos que abroquelen de forma convincente, o tanto mejor lo será yendo a una elección interna, después de la cual los derrotados tengan a bien, cuando menos, no dedicarse a colocar minas explosivas en los caminos de la construcción de un frente nacional de masas, ni mucho menos a erosionar con postulados fuera de contexto sólo funcionales a la dispersión de la que se vale el actual oficialismo –y el gobierno de los Estados Unidos junto al FMI- para rematar por completo a la Argentina en un período temporal mucho más apretado al que imaginamos.

Por cierto, si las diferencias no logran ser zanjadas por cuestiones del orden de los egos individuales, entonces no cabría más salida que una ruptura, barajar y dar de nuevo. Algo que, en este tiempo y con la barca magullada y en el medio del océano, implica una reconstrucción que demandaría un período ciertamente prolongado de tiempo… exactamente lo que precisan desde el oficialismo para seguir gobernando, comiendo pochoclos, persiguiendo, reprimiendo, saqueando y maltratando a su antojo… mientras Washington no les suelte la mano.

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