Nacida el 12 de marzo de 1942 en Buenos Aires, Sarlo construyó una carrera excepcional que marcó la historia de la literatura y el periodismo en Latinoamérica. Fue cofundadora de la revista Punto de Vista, una trinchera desde donde, durante las décadas oscuras de la dictadura militar, se alzó en defensa de la libertad de expresión y el análisis crítico. Con valentía y lucidez, escribió sobre temas que incomodaban al poder y desafiaban los paradigmas establecidos.

Beatriz Sarlo no solo fue una aguda crítica de la cultura, sino también una lectora incansable de su tiempo. En obras como Escenas de la vida posmoderna y La pasión y la excepción, exploró los cambios sociales, políticos y culturales con una mirada tan rigurosa como apasionada. Sus textos desentrañaron las complejidades del neoliberalismo, los medios de comunicación y la posmodernidad, convirtiéndola en una referencia insoslayable para entender el presente.

Sarlo también fue una docente brillante, que dejó una huella profunda en quienes tuvieron el privilegio de escuchar sus clases. En las aulas de la Universidad de Buenos Aires y otras instituciones, inspiró a generaciones de estudiantes a mirar más allá de lo evidente y a desafiar las narrativas dominantes. Fue una maestra que enseñó a pensar, pero también a sentir el poder de las palabras. Su voz, firme y reflexiva, también resonó en los grandes debates políticos de su tiempo. Nunca esquivó la confrontación de ideas ni el riesgo de incomodar. Su crítica, siempre sustentada en argumentos sólidos, fue un recordatorio constante de que el pensamiento crítico es una herramienta fundamental para la democracia.

Hoy, al despedirla, queda su obra como testimonio de su inquebrantable compromiso con la verdad y la justicia. Beatriz Sarlo fue mucho más que una escritora y periodista: fue una conciencia insobornable, una figura que nos invitó a mirar más allá de lo inmediato y a buscar siempre la profundidad en el análisis.

En un tiempo en el que las voces independientes son cada vez más necesarias, su ausencia se siente como un vacío inmenso. Sin embargo, su legado perdura, iluminando el camino para quienes creen en el poder transformador de las palabras. En cada libro que leyó, en cada artículo que escribió, en cada debate que encendió, Beatriz Sarlo dejó una huella imborrable.

Descansa en paz, maestra de la crítica y la palabra. Tu voz sigue viva en cada lector que encuentra en tus textos la chispa del pensamiento y la pasión por el saber. Argentina y el mundo te despiden con gratitud y admiración eterna.

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