… lo loco es que, según contaron hace poco, la peli que terminó llegando a los cines fue muy distinta a lo que se pensaba hacer al principio.

El productor Shinichiro Inoue, que venía de laburar como editor en revistas grosas como Newtype y Animec, fue el que estuvo a cargo de supervisar esta producción. En una charla reciente con la revista Febri, tiró varias perlitas sobre cómo fue el proceso creativo y, sobre todo, sobre los volantazos que se pegaron en el camino.

Hosoda, que ya tenía algo de espalda gracias a trabajos como Digimon y Magical DoReMi, agarró este proyecto con toda la energía… y en un momento, con toda la bronca también. “En un punto, Hosoda tiró todo el guion a la basura… ¡todo! Ya iban varios borradores, y no estaban mal, pero él sentía que no era lo que quería contar”, recordó Inoue.

La peli se inspira en una novela de Yasutaka Tsutsui, un autor recontra reconocido en Japón. De hecho, más de un director le había pedido permiso para adaptarla, incluyendo al mismísimo Satoshi Kon. Pero Hosoda no quiso hacer una simple remake. En cambio, apostó por algo más jugado: una historia nueva que funcionara como secuela espiritual, con personajes de una nueva generación.

Fue el mismo Inoue quien habló con Tsutsui para explicarle la idea. Le dijo que no iban a seguir al pie de la letra el libro original, sino que le darían una vuelta más moderna. Para sorpresa de todos, el autor dio el visto bueno sin vueltas.

En aquellos años, el anime en cines no estaba en su mejor momento, y hacer una peli animada era más una apuesta que una inversión segura. “Era durísimo sacar adelante un proyecto así y, encima, lograr que conectara tanto con los fans del anime como con la gente que no suele mirar este tipo de películas”, explicó Inoue.

Pero Hosoda no se bajó del barco. Se juntó con la guionista Satoko Okudera y encararon todo desde cero. El guion que tenían hasta ese momento les parecía muy chico, muy limitado. Así que un día, simplemente lo rompieron y empezaron otra vez. Eso les permitió rearmar todo: desde los conflictos hasta la personalidad de los protagonistas.

Makoto, la protagonista, dejó de ser solo una chica que jugaba con los saltos temporales para corregir pifies del pasado, y pasó a ser alguien que empieza a entender su lugar en el mundo y se anima a mirar para adelante. Y Chiaki, su amigo, ganó muchísimo peso en la historia, dándole otra dimensión a la trama y al vínculo entre ellos.

¿El resultado? Una peli que arrancó con poquitas salas, pero que terminó siendo un éxito inesperado. Recaudó más de 300 millones de yenes y se volvió una de esas películas que todos te recomiendan cuando arrancás en el mundo del anime.

Hoy, casi veinte años después, La chica que saltaba a través del tiempo sigue emocionando, y su historia detrás de escena demuestra que, a veces, romper todo y volver a empezar es la mejor decisión que podés tomar.

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