Esta palabra, quizás inventada en un arranque de liviandad para describir algo inasible -como que a alguien con un acto le hacen daño o le perjudican su imagen-  intenta describir un fenómeno pasajero pero no trivial.

Las acciones de las personas que en una sociedad entramada tienen poder para modificar la distribución de la riqueza, pueden perjudicar la vida de muchxs. Y en aquellxs que están al borde de la supervivencia, los empuja al cementerio por razones de salud o mano propia.

¿Cuántos murieron por el descontrol de no haber revisado de un modo probado los medicamentos? ¿Eran empleados cobra-sueldos sin beneficio social los despedidos de un organismo como el Anmat?

¿Subió la tasa de suicidios entre ancianos y desesperados? No hay estadísticas públicas, aunque los trenes se detienen cada vez más a menudo… Lo que sí sabemos es que hubo más accidentes por el mal estado de las rutas.

La desnutrición es una masa crítica de vulnerabilidad para disparar enfermedades: se registran aumentos en la morbilidad en niños, jóvenes o embarazadas por razones tan evitables como 4 comidas variadas al día.

¿No afecta, acaso, en la salud de la población cada vez que se despiden a médicxs, enfermerxs, técnicxs de hospitales públicos que formaban equipos con años de experiencia?

Si los empresarios se deshacen del lastre de decenas de miles de trabajadorxs (para salvar  ganancias, no vidas), ¿Qué efectos provoca en la supervivencia de esas familias?

A un equipo de gobierno no le entran balas, porque en esta sociedad democrática no toleramos ni ejecutamos a tiros nuestras diferencias. El que repite esta insensatez de modo ligero y sin analizarlo, no comprende ni explica lo que pasa. Y son muchos los lugares comunes que llenan el aire y no dicen nada: fingir demencia, nosotros o el comunismo, las ideas de la libertad. Sonidos vacíos, martingalas de ocasión.

Uno es víctima de sus vicios, recibe las consecuencias de sus equivocaciones. Si fueron intencionadas para perjudicar mayorías, peor será la respuesta, canalizada por la manifestación, el voto o la puteada.

No será más peligroso que un revoleo de brócoli para la integridad física del causante. Un cascotazo azaroso para un dignatario rodeado de 50 policías, servicios y agentes extranjeros (protegiendo los negocios de sus empresas nacionales) es un soplido en el viento.

Hemos sido cautelosos, prudentes y no respondimos a las provocaciones e insultos hasta el límite de la humillación.

Lo más dinámico (nunca violentos) fue movilizar millones en cada oportunidad para poner el cuerpo vulnerable a gases quemantes, algún que otro palazo, recibimos balas de goma y cartuchos que sí lastiman. Y que pueden partir cráneos.

Mientras tanto, cada día comemos menos y peor, reducimos salidas, vestimenta, consumo de energía, regalos a nietos, pequeñas alegrías o proyectos. Achicamos la vida o directamente nos quedamos en la calle por no poder pagar alquileres abusivos,  o morimos por no poder comprar los remedios necesarios.

Es nuestro pueblo el que ha sido agredido sistemáticamente, no el gobierno. Pero el próximo 26 de octubre podremos decir algo al respecto.

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