La guerra electrónica sigue: unos y otros tienen escuadrones de hackers intentando mutuamente sabotear, controlar, obtener información que dañe o beneficie en un combate virtual.

La guerra llegó y las conciencias son campos de enfrentamiento.

Un escenario más de la que se baila cuerpo a cuerpo en los campos fértiles de Ucrania, Gaza, en las aguas del Mar Rojo o, menos visiblemente, en África del Sahel. 

Aquí, menos sutilmente, escuadrones de nerds autodenominados libertarios (es raro este autopercibimiento de parte de nazis operativos) atacan en las redes a quien se atreva a dar opiniones. Escarban las ideas ajenas, ya que otra cosa no se puede lanzar en la democracia liberal y pacífica. Democracia liberal que no tolera una levantada de voz de los nuestros, y a la vez aplaude y carcajea que 5 cascarudos apaleen o le tiren químicos lacerantes a una jubilada que se atreve a protestar en la vía pública o en cárceles a una treintena de personas desarmadas y descontentas.

Lo hemos visto. Lo hemos tolerado sin alzar la pestaña. No digo ya calentarnos como es debido.

Se convierten en símbolos claros de lo que están dispuestos a hacer. 

Dejan pudrir la comida que otros previsoramente dejaron para repartir, que le tiren gases quemantes a dos diputados que pusieron la cara desarmados frente a cientos de cabezas de tacho, que el mismo holograma que los conduce se enorgullezca de su canallada, emitiendo gemidos de placer al decir que es el jefe de una banda criminal que vino a destruir el Estado… y toda la estructura legalista electa no exige su remoción inmediata.

Estos son signos de nuestros tiempos, en que los que quienes mandan exhiben gozosos las cadenas y látigos que nos están imponiendo, frente a la impotencia de mayorías, entre las cuales hay deseos esperanzados de que triunfen los sádicos. 

Y no es un quejido de un señor Simpson, protestando frente a las nubes, sino la constancia de nuestra necesidad de más organización para enfrentar la afrenta.

No alcanza con subir a las redes gritones compitiendo por el largo del insulto, pero que no juntan más que panelistas para otra polémica en el bar. Tampoco sirve que un cuadro maduro exponga ideas a medias, a la vez que serrucha la credibilidad del único heredero vigente del 2015.

Nuestro respeto a quienes deciden enfrentar al cuadro vigente, pero no nos sumamos a la procacidad del que no plantea construcción de base, ni a quien confunde enemigos en medio del tiroteo.

Importancia de los sindicatos

La organización de los sindicatos muestra con eficacia de soportar golpes y ajustes de un siglo, cómo es la orgánica que permite sostener en el tiempo proyectos, regenerar cuadros militantes, autosostener materialmente con o sin apoyo del gobierno o empresarios a su propia estructura, pasar el legado de uno a otras, asumiendo los derechos conquistados con sangre y desapariciones más allá de personalismos, sobreviviendo a pesar de, por sobre y con tradiciones múltiples.

Contienen todo el debate de las ideologías generadas por y para colectivos de las y los que hacen todas las cosas, materiales y simbólicas. Hay mucho para aprender ahí.

El ninguneo pequeñoburgués arrogante de negarlo o infravalorarlo, no impide que una y otra vez, se imponga en la calle que es la principal columna que sostiene toda resistencia de largo plazo. La experiencia de crear y reproducir las verdaderas bases prácticas de una sociedad moderna y capitalista, a pesar de los patrones y accionistas parásitos, otorga conocimientos que no están en ninguna universidad ni son postulados en los discursos de profetas reales o imaginarios de verdades de a puño. 

Allí está la cantera de cómo contener y armonizar la diversidad humana de las y los trabajadores, la esperanza de lo que es posible de alcanzar hoy, planificando qué podremos mañana.

Sin una orgánica que escuche y sintetice a todos quienes queremos otra Argentina con 3 o más banderas, hay que recuperar allí el contrapiso y las columnas disponibles para superar tanto fracaso. Y para ello, un primer camino posible y necesario, es aprender de las experiencias de las y los trabajadores.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *