Hoy celebramos el natalicio de uno de los más grandes escritores latinoamericanos, Julio Cortázar. Nacido en Bruselas en 1914, pero profundamente arraigado a su Argentina natal, Cortázar fue un maestro del relato corto y la novela, un innovador que desafió las convenciones literarias y nos invitó a explorar los rincones más insospechados de la imaginación.
Un exilio creativo
La vida de Cortázar estuvo marcada por el exilio. Durante la Segunda Guerra Mundial, su familia se vio obligada a abandonar Europa y se refugió en Argentina. Allí, el joven Julio descubrió su pasión por la literatura y comenzó a escribir sus primeros cuentos. Sin embargo, la inestabilidad política de su país lo llevó a exiliarse nuevamente, esta vez a París, donde vivió durante gran parte de su vida. Este desarraigo, lejos de ser una limitación, se convirtió en una fuente de inspiración para su obra, enriqueciendo su visión del mundo y otorgándole una perspectiva cosmopolita.
La revolución literaria de «Rayuela»
Sin duda, la obra que catapultó a Cortázar a la fama internacional fue «Rayuela». Publicada en 1963, esta novela experimental revolucionó la narrativa al invitar al lector a elegir su propio camino a través del texto. Con «Rayuela», Cortázar demostró que la literatura podía ser una experiencia interactiva y personalizada, rompiendo con la linealidad tradicional y permitiendo al lector construir su propia interpretación de la historia. La novela invita a reflexionar sobre la fragmentación de la realidad, la identidad y el libre albedrío, temas recurrentes en la obra del autor.
Un universo de historias
Además de «Rayuela», Cortázar nos legó una vasta obra que incluye cuentos como los de «Historias de cronopios y de famas», donde creó un universo poblado por seres extraños y fantásticos, y novelas como «Hopscotch», una versión en inglés de «Rayuela» que exploró nuevas dimensiones de su obra. En sus relatos, Cortázar fusiona lo real con lo onírico, lo cotidiano con lo maravilloso, creando atmósferas únicas y llenas de poesía.
El legado de Cortázar
La influencia de Cortázar en la literatura latinoamericana y mundial es innegable. Su capacidad para fusionar lo real con lo fantástico, su juego con el lenguaje y su compromiso con las causas sociales lo convirtieron en un referente para generaciones de escritores. Hoy, su obra sigue siendo leída y estudiada en todo el mundo, y su legado continúa inspirando a nuevos talentos. Cortázar nos enseñó a mirar el mundo con otros ojos, a cuestionar las normas y a buscar la belleza en lo cotidiano.
Fragmentos para reflexionar
De «Rayuela»: «La vida es una sucesión de despedidas, y el amor la más dolorosa de todas.» Esta frase refleja la visión existencialista de Cortázar, quien exploró temas como la soledad, la pérdida y el paso del tiempo.
De «Historias de cronopios y de famas»: «Los cronopios eran seres alegres, inquietos, un poco locos, que encontraban belleza en todo lo que hacían.» Con esta descripción, Cortázar nos invita a recuperar la capacidad de asombro y a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.
Un legado que trasciende el tiempo
Hoy, al celebrar el natalicio de Julio Cortázar, rendimos homenaje a un escritor que nos enseñó a mirar el mundo con otros ojos. Su obra, un legado invaluable, nos invita a seguir explorando los misterios de la vida y a encontrar la belleza en lo cotidiano.
Compartimos algunos poemas cortos de Julio Cortázar:
«El futuro»
Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle,
en el murmullo que brota de noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia
los completos de los subtes,
ni en los libros prestados
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original
de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré amor mío,
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás,
y diré las palabras que se dicen
y comeré las cosas que se comen
y soñaré las cosas que se sueñan
y sé muy bien que no estarás,
ni aquí adentro, la cárcel
donde aún te retengo,
ni allí fuera, este río de calles
y de puentes.
No estarás para nada,
no serás ni recuerdo,
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente
trata de acordarse de ti.
No me des tregua, no me perdones nunca.
Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves.
¡No me dejes dormir, no me des paz!
Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente.
No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni guante;
tállame como un sílex, desespérame.
Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu pelo. Dalos.
Ven a mí con tu cólera seca de fósforo y escamas.
Grita. Vomítame arena en la boca, rómpeme las fauces.
No me importa ignorarte en pleno día, saber que juegas cara al sol y al hombre.
Compártelo.
Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,
Lo que nadie te pide: las espinas
Hasta el hueso. Arráncame esta cara infame, oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre.
«Después de las fiestas»
Y cuando todo el mundo se iba
y nos quedábamos los dos
entre vasos vacíos y ceniceros sucios,
qué hermoso era saber que estabas
ahí como un remanso,
sola conmigo al borde de la noche,
y que durabas, eras más que el tiempo,
eras la que no se iba
porque una misma almohada
y una misma tibieza
iba a llamarnos otra vez
a despertar al nuevo día,
juntos, riendo, despeinados.