El fallo implica seis meses de prisión en suspenso (no irá a la cárcel) y una inhabilitación especial por el doble de tiempo (un año y dos meses). La sentencia había estado a cargo del juez Ariel Lijo en el juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Nº4, en marzo del año 2020, bajo la carátula de “Delito por abuso de autoridad”.

Como era de esperar, la noticia cayó con suma dureza al interior de la fuerza política que comanda desde su creación el mencionado dirigente, así como del otro lado se guarda un prudente silencio en medio de una percepción diametralmente opuesta, a propósito de este dictamen judicial.

Recordemos que la raíz de esta denuncia fue el intento del entonces titular del AFSCA por hacer cumplir plenamente la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, y llevar al Grupo Clarín a acatar un gradual proceso de desmonopolización, ya que el total de medios pertenecientes a dicho grupo, superaban muy largamente el máximo autorizado por aquella ley de la democracia. Ley por cierto, que fuera pensada y confeccionada fruto del trabajo durante más de 20 años de encuentros y construcción colectiva entre numerosos comunicadores, asociaciones civiles y profesionales de todo el país. Seguramente, la ley trabajada y pensada con mayor tiempo y ejercicio de la democracia plural en toda nuestra historia.

Ahora bien, de toda esta situación se desprenden algunas reflexiones. La primera es que esta resultante ya debería estar muy en claro en términos generales y sociales, sólo que los oportunismos políticos impiden concretar una perspectiva mancomunada en cuanto a determinados grandes temas y a quiénes controlan un orden de las cosas tan injusto como inmoral que nos toca atravesar. Orden que no implica sino la más abyecta demostración de poder de quienes realmente lo poseen, y lo ejercen de modo absolutamente discrecional.

Ningún dirigente político que haya intentado pararse de igual a igual contra el principal holding multimediático y de tentáculos en todos los resortes del mundo de las finanzas y el poder judicial, ha logrado salir airoso de tales intentos, a menso que se hayan prosternado a los pies del Gran Jefe de ese entramado, que entre otros resortes, da vida y existencia concreta al llamado Círculo Rojo, a la AEA y es creador, instalador y sostén de cuanto experimento de derecha neoliberal acontezca en nuestra historia contemporánea desde 1976 al presente.

En tamaño contexto desigual, diversos funcionarios del Estado han sucumbido en distintas épocas ante las formidables presiones de quienes, ahora, han logrado desplegar una parte de sus amplios y pesados brazos, para enchastrar judicialmente el legajo de Martín Sabbatella.

Se puede, y se debe, dar combates democráticos y pacíficos contra quienes no concuerdan en determinados proyectos y miradas de país. Pero la sistemática judicialización –a sabiendas que la mayoría de las veces, curiosamente, los magistrados fallarán de acuerdo a los intereses de las grandes corporaciones, y de lo contrario mantendrán la mugre informativa en sus medios hasta el infinito- implica destrozar la instancia política como vía para el debate y resolución de diferencias en democracia.

En toda matriz de sometimiento, las prácticas democráticas son un “estorbo” de las cuales es necesario prescindir o debilitar, hasta convertirlas en un continuum de rumores y sospechas, jamás verificadas ante la opinión pública.

Así las cosas, el monstruo Goliat vence, los diferentes David caen tarde o temprano, y contra lo que la belleza poética del libro sagrado afirme, ésta es la verdadera moneda corriente a lo largo de todos los tiempos, cada vez más exacerbada por quienes pretenden controlar nuestras vidas y pensamientos como meras marionetas para su selecta diversión.

Ayer nomás, cargaron contra el matrimonio Kirchner –y en breve avanzarán otra vez, cuando la situación general les amerite distraer con un gran show mediático-. Algo más atrás, la ofensiva de las tapas de Clarín y sus amigos de las finanzas, estrujaron hasta el final al gobierno de Raúl Alfonsín.

La lista de esta clase de accionares empresarial-judiciales, sigue y es muy extensa, así como prosiguen el pueblo y sus dirigencias contándose las costillas por menudencias, y dividiéndose por asuntos a esta altura de los acontecimientos, totalmente secundarios, mientras el poder ejecuta, destruye, reacomoda de acuerdo a sus intereses, y avanza cada vez con mayor precisión y decisión, rumbo a un nuevo estado de las cosas, en el cual ningún común de los mortales tenga el derecho, no ya a la protesta popular, sino siquiera a pensar de otro modo al que ellos decidan, cual auténtica Matrix concretada en nuestra cotidianidad.

Un comentario en «Un fallo disciplinador… y más»
  1. No son casuales este tipo de fallos judiciales. No por nada se opusieron con uñas y dientes a una reforma judicial. Tampoco aceptaron ser elegidos en una votación popular, como sucede en muchos países con la excusa de no verse embanderados con un partido político.
    La realidad es que así creen ocultar una supuesta neutralidad en sus fallos, cosa que queda desmentida cuando se analizan los mismos y su correlación continuada.

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