En principio, un agroecosistema está constituido por un conjunto de elementos, por ejemplo, las diferentes plantas cultivadas y silvestres, los insectos benéficos y perjudiciales, el suelo  junto a los organismos que viven en su interior… estos elementos interactúan con los elementos del clima, como las lluvias, las temperaturas y los vientos. Todos estos componentes  enmarcados en los deseos, necesidades, saberes de los huerteros /as. Como todo sistema los elementos interactúan, se condicionan, se relacionan. En esta nota trataremos de comprender cómo el cambio y la variabilidad climática influyen en nuestro agroecosistema huerta.

En los últimos años, las huertas que cultivamos quienes vivimos en el área periurbana de Buenos Aires sufrieron diferentes procesos y situaciones relacionados con el clima.

  1. Fuerte sequias relacionadas con la aleatoriedad y menor frecuencia  de lluvias.
  2. Elevadas temperaturas que incrementan la demanda de agua por parte de las plantas
  3. Relacionadas con la menor disponibilidad de agua en el suelo, se registra una menor actividad de los insectos , hongos y bacterias que descomponen la materia orgánica
  4. Mayor incidencia de insectos perjudiciales, por ejemplo las arañuelas que crecen y se desarrollan mejor en condiciones de altas temperaturas y baja humedad
  5. Menor cantidad de agua disponible para los insectos benéficos (avispitas parasitas)
  6. También, con la menor presencia de agua en el suelo se manifiestan dificultades en la asimilación de nutrientes, el alimento de las plantas. Por ejemplo problemas en la asimilación del calcio que se manifiesta  en adversidades como el “culo negro” en el tomate.
  7. Menor cantidad de heladas (ocurrencia de temperaturas por debajo de cero grados) situación que posibilita la supervivencia de los insectos perjudiciales.
  8. Menor cantidad de días con temperaturas por debajo de los 7 grados situación que impide el proceso de acumulación de alimento en los bulbos de ajo, cebollas y puerros.

Desde nuestras huertas podemos contribuir a la mitigación del cambio climático emitiendo menos gases de efecto invernadero. El reciclaje adecuado de la materia orgánica, no utilizar fertilizantes derivados del petróleo, la reutilización de latas y frascos, el menor labrado de los suelos son parte de las prácticas que podemos desarrollar.

Pero también podemos adaptarnos críticamente. Esta situación nos invita a rediseñar nuestra huerta y a planificar nuestras actividades desde, por ejemplo:

  1. La inclusión de biodiversidad estructural y funcional en el tiempo y el espacio. Diferentes especies de plantas, y variedades dentro de ellas, posibilitan no solo que se cumplan diferentes funciones (atraer o repelar insectos, suministrar polen a los insectos benéficos, incorporar nitrógeno) sino que además pueden, aisladas y en conjunto, hacer frente al cambio climático. Un ejemplo de ellos es la resistencia a las heladas que poseen las plantas, la posibilidad de cubrir el suelo y así evitar su desecación, brindar sombra, etc. De allí que en nuestra huerta, imitando a los huerteros /as de Catamarca, Misiones y La Rioja, debemos incluir árboles frutales y ornamentales, plantas anuales y perennes, arbóreas y rastreras, cultivadas y silvestres.
  2. Debemos implementar diferentes prácticas a fin de incorporar materia orgánica  a nuestros suelos. La incorporación de materia orgánica es fundamental por varias causas; Los agregados del suelo (unión de las partículas) son más estables impidiendo su ruptura y el consecuente planchado del suelo. Además queda mullido, posibilitando el ingreso del agua de lluvia y riego, a su vez  la materia orgánica retiene el agua evitando la desecación. En síntesis,  con un mayor contenido de materia orgánica en el suelo se posibilita el ingreso de una mayor cantidad de agua, que a su vez queda almacenada a disposición de las plantas.
  3. Imitando a la naturaleza, el suelo debe quedar siempre cubierto con una capa de hojas , o pasto seco, el mulching, de tal manera que el agua de lluvia ingrese lentamente sin producir la ruptura de los agregados y la formación de costras, se almacene y se evite la desecación del suelo cuando inciden los rayos solares de forma directa.
  4. Podemos construir pequeños estaques,  según las dimensiones de nuestra huerta, imitando a los pueblos aztecas e incas. Dado que el agua absorbe más lentamente la energía solar y la devuelve de noche más lentamente que la tierra, en las zonas cercanas a los estanques, y otros cursos de agua, se mantiene mejor el calor que en  las zonas más alejadas.
  5. También podemos realizar otras prácticas, como cubrir las plantas pequeñas, por ejemplo de repollo o lechuga, con una botella de plástico, tecnología que posibilita la retención del calor y con ello el crecimiento y desarrollo de las plantas.

Seguramente se nos dirá que es poca nuestra contribución de nuestras huertas frente a la emisión de gases de las industrias,  el transporte, la producción de energía… a ellos podemos responder , desde la multifuncionalidad de las huertas, que además nos alimentamos barato, sano y seguro, recuperando prácticas y valorando saberes.

Un comentario en «Acerca del cambio climático. Tomando la huerta como un modelo para comprender el problema y plantear soluciones»
  1. El mejor de todos Ingeniero Javier Souza Casadinho,que interesante es leer sus artículos como así también escucharlo,una persona con grandes saberes! Mi cariño a él.

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