Uno de los síntomas más evidentes del embrutecimiento y degradación de una sociedad es el uso del lenguaje.
Basta oír a los llamados comunicadores sociales, que ni siquiera tratan de ocultar su nula formación profesional cuando abren la boca. Tipos como Baby Etchecopar o Esteban Trebucq son una vergüenza para esa profesión que se llamaba periodismo.
Y ni hablar de los llamados programas deportivos, que en realidad son mesas donde subnormales vociferan durante horas las idioteces que ellos creen dignas de atención.
Pensar que alguna vez Panzeri, Pepe Peña o Juvenal por citar unos pocos, daban cátedra con su escritura fina e inteligente.
El periodismo perdió la capacidad de educar.
Cuando los adolescentes y jóvenes leíamos a estos maestros, también aprendíamos a escribir bien.
Y quien escribe bien, piensa bien. El pensamiento se construye con palabras y de unos miles de palabras usadas corrientemente hemos pasado a unos cientos (con suerte).
El presidente de la República, nuestro primer magistrado, se pasea por el mundo usando un lenguaje de cloaca. Esto genera degradación y embrutecimiento.
Una sociedad acostumbrada a esta violencia verbal va camino al precipicio.
La falta de financiamiento de la escuela y la universidad pública van en ese sentido, destruir cultural y éticamente a nuestra juventud.
Vamos mal.
Muy mal.