Seguimos abordando desde distintos tópicos la problemática que confluye en el cambio climático. En esta oportunidad, repensaremos la economía clásica
Aunque ya lo expresamos con anterioridad, vale la pena reafirmarlo, los procesos de mitigación y adaptación crítica al cambio climático requieren de una transición donde se produzcan modificaciones no sólo en la perspectiva sobre como los seres humanos nos incluimos en la naturaleza, sino en cómo construimos nuestras viviendas, nos alimentamos, generamos energía, nos comunicamos, nos trasladamos, nos curamos y concebimos instancias de recreación. Cambios que devendrán de un proceso participativo y que necesariamente deberán emerger desde las mismas comunidades, proceso gradual pero continuo, sistémico e integral que incluye varias dimensiones, entre ellas las cuestiones económicas.
Desde su raíz etimológica y su nacimiento, la economía estudia “la administración de la casa”, en momentos en que cada casa, cada familia se proveía sus alimentos (huertas, granjas), producida para ofrecer en el vecindario (pan, carne, dulces) o prestaba servicios en la misma comunidad (herreros, pintores, etc.). Sin grandilocuencias, usted y yo, todos nosotros, cada día pensamos desde las dimensiones económicas cómo administramos nuestros recursos escasos (dinero, tiempo de trabajo, porción de tierra, semillas, agua disponible) a fin de generar y producir bienes y servicios con los cuales satisfacer nuestras necesidades.
Según la economía clásica, la economía posibilita la utilización de factores y recursos escasos, con los cuales producimos los bienes que nos serán útiles porque satisfacen nuestras necesidades. Enfoque que si bien es cierto, a su vez es reduccionista y fragmentado. La economía clásica plantea que existe un circuito económico donde nos vinculamos productores (empresarios, fabricantes) y los consumidores (las familias). En este sentido las familias poseen los factores de producción; la tierra, el capital y el trabajo, los cuales son “ofrecidos” a los empresarios, los cuales a su vez los utilizarán para producir bienes y servicios. Por sus factores ofrecidos, las familias obtienen retribuciones: salarios, intereses, rentas, los cuales serán utilizados para adquirir bienes y servicios. Se generan así circuitos reales y monetarios “virtuosos” que motorizan la actividad económica. Metafóricamente podemos pensar al circuito como las ruedas y cadena de una bicicleta que impulsamos con nuestra propia fuerza, “la pedaleada”, funciona y nos traslada, siempre que las cubiertas estén sanas, la cadena esté aceitada y tengamos fuerza para impulsarla pero… a veces nos deja a pié. Ya desde hace mucho tiempo, y con énfasis desde la crisis climática, este enfoque del cual emergen estrategias y prácticas productivas de los productores y estrategias con pautas y modos de consumos de las familias, está perimido y es insuficiente para explicar y actuar en la realidad.
Se hace necesario replantear nuestras miradas y acciones. Tenemos que seguir produciendo y consumiendo, el tema es repensar ¿cómo lo hacemos? ¿Para qué lo hacemos? ¿Quiénes lo hacemos? ¿Quién asigna que bienes comunes que utilizamos? ¿Cómo nos relacionamos? ¿Qué roles poseen los mercados, el estado y la organizaciones de la comunidad? Les comparto algunas ideas:
1-La presentación del circuito económico omite que las relaciones establecidas se hallan incluidas en la naturaleza, que si bien provee bienes comunes, absorbe nuestros desechos y brinda servicios ecosistémicos, posee sus propios flujos, ciclos, relaciones y límites los cuales debemos conocer y respetar.
2- El mercado, que no es una entelequia sino una construcción humana, donde cada uno participa (produce, consume, toma decisiones) de manera desigual según la dotación de capital. El mercado en sí mismo no posee la capacidad de regularse y cuidar a los bienes naturales, dado que infravalora el efecto socio ambiental de sus procesos productivos y sobremanera o considera el bienestar de las generaciones futuras.
3-Los estados, y los gobiernos, no han sido capaces de establecer normas, leyes y regulaciones capaces de proteger al planeta, seres humanos incluidos, dado que los tomadores de decisión están impregnados por la misma matriz desaprensiva en la vinculación con los bienes comunes naturales, y en el establecimiento de prioridades en las actividades productivas (minería, agricultura, comercio, industrias) así como en los modos de producción.
4-Respecto a la distribución y el acceso, no somos iguales, dado que en general en cada campo de acciones, como el económico- productivo, las posiciones, estrategias y acceso están determinadas por la posición de capital (monetario o bienes de producción)
5-Los ciudadanos, excepto algunos miembros de las comunidades afectadas “aceptamos” las condiciones establecidas por otros como algo inevitable o fatalista, en la medida que puedan generar fuentes de trabajo.
6- Respecto a la producción y a los circuitos y modos de intercambio se requiere, dentro de la economía social y solidaria, restablecer la autoproducción de alimentos, la generación de verdaderas cooperativas (manejadas por sus socios y no por el estado) y promover los mercados locales.
Urge involucrarnos generar cambios profundos que inevitablemente deberán partir de una mayor participación, empoderamiento e involucramiento de los ciudadanos, dejar de ser sólo consumidores y obedientes de propuestas sino capaces de generarlas, llevarlas a cabo y monitorearlas.
Los ciudadanos organizados debemos repensar qué actividades son prioritarias dentro de cada país, provincia, territorio. ¿Cuáles son las realmente necesarias para satisfacer nuestras necesidades, deseos y aspiraciones? las cuales son múltiples, específicas y cambiantes. ¿Seguimos apostando a la Minería y a las actividades petroleras y agrarias extractivas? ¿O repensamos cómo producir con modos de extracción y producción sustentables?
¿Quién asigna la utilización de los bienes naturales? ¿El estado? ¿El mercado? ¿O las comunidades realmente organizadas? Aquí cabe reflexionar, planificar y evaluar en conjunto. No debemos confundir el crecimiento de los parámetros económicos tradicionales (la producción interna) con el desarrollo integral de las personas y comunidades donde podamos satisfacer nuestras necesidades individuales y colecticas, manteniendo y enriqueciendo los vínculos sociales y con el resto del ambiente.
El cambio climático nos impone restricciones y transformaciones. Debemos repensar las prioridades respecto a las inversiones, privadas y públicas, orientándolas hacia el bien común y cuidando nuestra casa común. Invertir en la generación, distribución acceso a energías sustentables es una necesidad pero debemos evitar que esta situación derive en la explotación minera en áreas ricas en minerales, tales como el litio el cobalto, el níquel y el manganeso necesarios para fabricar baterías y conductores para autos eléctricos. De ese modo, estaríamos generando nuevas “áreas de sacrificio» en nombre de la sustentabilidad.
Repensar las pautas, implicancias e incentivos vinculados al circuito económico, dentro de las pautas y requerimientos implícitos en el cambio climático, requiere de manera inmediata reflexionar acerca de las reales necesidades que implican y demandan la producción de un bien, por ejemplo ¿para qué producir oro? la viabilidad de un proyecto, analizando todos los costos derivados de los procesos: los monetarios, los sociales y los ambientales incluyendo las externalidades y de manera especial la sustentabilidad de cada proyecto. A su vez se requiere considerar los benéficos ¿quién se los apropia? ¿De qué manera? ¿Cómo nos beneficiamos los ciudadanos?
Los ciudadanos, transformados en consumidores, ¿qué requerimos para vivir bien y ser felices? ¿Sólo tener, poseer, mostrar? O cabe repensar el ser y disfrutar del estar en un territorio dado con los vínculos que vamos recreando.
El Nano Serrat en un hermoso poema nos invita a involucrarnos….
«Adiós ayer y cada uno a lo que hay que hacer… tú enciende el sol, tú tiñe el mar, y tú descorre el velo que oscurece el cielo, y tú, ve a blanquear la espuma y la nube, la nieve y la lana, y tú, conmigo a cantar la mañana…”
Ciudadanos, tomadores de decisiones, productores, consumidores, agricultores… pongámonos en marcha rumbo a lo que hay que hacer para seguir habitando éste, nuestro único planeta.