Hoy lo conocemos como la Noche de los Lápices y nos hace recordar a una serie de secuestros de jóvenes de entre 16 y 18 años. Estos hechos fueron llevados a cabo por las fuerzas represivas bonaerenses comandadas por el General Camps durante el mes de septiembre de 1976.

El terrorismo de Estado direccionó la represión con especial energía hacia el ámbito educativo. Su resultante fue la desaparición de docentes y estudiantes en todo el territorio nacional, particularmente en la provincia de Buenos Aires. Sus objetivos principales fueron el movimiento estudiantil y las juventudes organizadas y movilizadas.No fue casualidad que luego, en el informe de la CONADEP, se comprobó que el 21 % de las personas desaparecidas eran estudiantes y más del 43 % tenía entre 16 y 25 años.

El corazón de la ola represiva fue el día 16, cuando secuestraron a Claudia Falcone, Francisco López Montaner –estudiantes del Colegio Bellas Artes–, María Clara Ciocchini –ex estudiante de la Escuela Normal Superior de Bahía Blanca–, Horacio Ungaro, Daniel Racero –ambos de la Escuela Normal Nº 3– y Claudio de Acha –estudiante del Colegio Nacional–.  

No fue el único de estos hechos cometidos por el terrorismo de estado. Tanto antes, como después del día 16 hubo muchos otros secuestros… En la ciudad de La Plata; el 8 de septiembre fue secuestrado Gustavo Calotti, estudiante del Colegio Nacional. El día 17 fueron víctimas de la represión Emilce Moler y Patricia Miranda –ambas de Bellas Artes– y, por último, el 21 fue secuestrado Pablo Díaz, estudiante del colegio La Legión. Salvo Díaz, Moler, Miranda y Calotti, el resto de las y los estudiantes continúan desaparecidas y desaparecidos, al igual que otras y otros jóvenes de esa edad a lo largo y ancho del territorio nacional.

En el Colegio Nacional Vicente López (hoy EES Nº 6) asesinaron y desaparecieron a nueve estudiantes entre 1976 y 1977. En diciembre de 1976, “Los chicos de la ENET”, en Bahía Blanca, tuvieron el mismo destino, y en el ex-ENAM de Banfield, bajo el nombre “La división perdida”, se sigue recordando la desaparición de 31 personas, docentes, estudiantes y exestudiantes, entre mayo y agosto de 1977. Por último, en el colegio Santa Lucía de Florencio Varela, entre 1975 y 1981, ocurrió lo mismo con diez estudiantes en un episodio que fue retratado tanto en el libro Los pibes del Santa. Represión estudiantil en Florencio Varela (1976-1983) (Britez y Denza, 2012) como en su posterior y homónimo documental. El libro se encuentra en todas las bibliotecas escolares como parte de la colección Identidades Bonaerenses. 

Muchas y muchos jóvenes participaban de organizaciones políticas que proponían una transformación radical de la sociedad, de acuerdo con un horizonte de justicia, igualdad y emancipación.  Y eso lo desarrollaban al margen de las reivindicaciones impulsadas por el movimiento estudiantil, como la lucha por el boleto escolar secundario, en aquellas organizaciones.

Entre ellas se encontraban la Unión de Estudiantes Secundarios y la Juventud Secundaria Peronista –vinculadas con el peronismo–, la Juventud Guevarista –relacionada con el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT)–, la Federación Juvenil Comunista, la Juventud Socialista y el Grupo de Estudiantes Socialistas Antiimperialistas. Como indica Emilce Moler en La larga Noche de los lápices (2020), una de las sobrevivientes de la Noche de los Lápices, el despertar de la participación política fue movido por el sueño de otro mundo posible.

¿Podemos establecer objetivos paralelos entre la destrucción física en el ámbito educativo de aquellos tiempos y la desfinanciación universitaria y de la educación de hoy?

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