Retomamos nuestras entregas semanales para interiorizarnos más acerca del cambio climático y los sistemas agroalimentarios
Los sistemas agroalimentarios se hallan constituidos por todos los actores que producimos, transportamos, elaboramos, distribuimos y consumimos alimentos. El sistema actualmente se caracteriza por:
- La intensificación en el uso de plaguicidas, antibióticos para los animales y fertilizantes, los cuales afectan a la salud socioambiental
- La concentración económica. Cada vez hay menos productores agrarios: En los últimos 30 años desaparecen más de 240000 productores/as agropecuarios y las primeras 6 agroindustrias comercializan el 65 % del aceite de soja y las primeras 10 toman cerca del 90% del comercio de aceites y harinas.
- La extranjerización de las empresas agrarias, proveedoras de insumos y en los establecimientos agropecuarios
- La integración vertical; una sola empresa puede integrar bajo su órbita la provisión de insumos, la producción agropecuaria, el transporte y la elaboración, sumando el poder de fijar precios, establecer variedades y en las condiciones de comercialización hacia otros eslabones de la cadena productiva, como pasa con la yerba mate.
- El auge del supermercadismo; estos poseen la capacidad de fijar precios, colocan sus propias marcas, determinan volumen y calidad comercial o aparente de los productos, etc.
Los productores y consumidores estamos a merced de las decisiones de empresas, las cuales determinan ¿Qué, cómo y cuánto producimos y consumimos? En este sentido debemos reflexionar y actuar para recrear sistemas alimentarios diferentes, en los cuales quienes producimos y consumimos construyamos relaciones más estrechas y estables, de tal manera que sea viable y sustentable producir alimentos saludables, en armonía con la naturaleza y de modo agroecológico.
Les propongo en esta nota reconocer, alimentarnos y curarnos con plantas silvestres de manera natural y sustentable. Están allí debemos cuidarlas dado que proveen servicios ecosistémicos insustituibles.
Seguramente cada uno de nosotros en el día de hoy observamos, pisamos, ignoramos a muchas plantas silvestres que crecen en nuestra casa, en los parques, en las veredas, en los baldíos y en los huertos. Hay varios conceptos que emparentamos, confundimos y hasta a veces intercambiamos: yuyos, plantas silvestres, plantas arvenses, pastos, hierbas, malezas… pero ¿qué son en realidad? Desde esta mirada, a los yuyos se los combate utilizando herbicidas, ya en la actividades agrarias como en los parques y jardines de casa, hoteles, espacios recreativos, canchas de futbol y de golf.
El concepto maleza es un concepto antropocéntrico, una mirada sesgada de los seres humanos hacia la naturaleza, desde una posición dominante. En términos simples, se denomina “maleza” a toda planta que nace en el momento y lugar inadecuado, compitiendo por agua, luz y nutrientes con los cultivos implantados. Imaginamos que las plantas silvestres, avanzan caprichosamente, compitiendo con los cultivos por agua, nutrientes y energía solar, no nos detenemos a analizar que son las mismas estrategias y prácticas agrícolas puestas en juego las que determinan que las plantas silvestres expandan su superficie de acción, se tornen resistentes a las dosis “normales” de los herbicidas y aún, compitan mejor con los cultivos. Según esta visión, una planta de Cardo Mariano puede ser una “maleza” en un cultivo implantado pero puede ser de uso medicinal si se cosechan sus frutos. Está claro que el nombre asignado se relaciona con la persona que lo evalúa, el momento y el territorio donde se hace dicha evaluación, sin olvidar las condiciones económicas y la propia cosmovisión sobre la inclusión de los seres humanos en la naturaleza.
La naturaleza se expresa siempre a partir de la diversidad biológica: de esta manera las plantas, los animales, las bacterias, van ocupando un lugar en los ecosistemas y en ellos cumplen una función. Es así como según la cantidad de agua en el suelo, la luminosidad, la temperatura determinará las especies que podrán vivir allí y según su especie producir, consumir o descomponer el alimento. La biodiversidad es vital para la nutrición adecuada de los suelos, y el equilibrio entre los componentes del sistema a partir de la recreación de los ciclos, flujos y relaciones establecidas. La biodiversidad brinda sustentabilidad, resiliencia y estabilidad ecológica a los agroecosistemas, así como viabilidad económica.
Las plantas silvestres pueden constituirse en un excelente alimento humano, como la borraja y el tasí, alimento animal como el ray grass y la legua de vaca, en plantas medicinales como el trébol de olor y la manzanilla, en magnífico aporte de materia orgánica al suelo como la cebadilla, en plantas que suministran polen y néctar como el diente de león la cerraja, en la alimentación de pájaros como el yuyo colorado, en materiales para la construcción de casas como el Acacio negro y en plantas trampas de insectos que viven en las huertas como la cerraja.
La agricultura “moderna” o de “agronegocios” se basa en monocultivos, y que al ir en contra de la naturaleza, no reproducen las condiciones de existencia, es decir no nutren adecuadamente a los suelos, ni contribuyen a la complejidad y relaciones que se establecen en los sistemas naturales, por lo cual dependen de la aplicación permanente y creciente de plaguicidas, incluidos los herbicidas. En segundo lugar, el uso reiterado de las mismas formulaciones de herbicidas tornó a las plantas silvestres en resistentes a esos químicos. La mayoría de las especies de malezas se originaron de especies silvestres colonizadoras y evolucionaron, adaptándose a la actividad agropecuaria, conservaron características propias de su capacidad de colonización y fueron distribuidas por los seres humanos más allá de sus sitios de origen.
Un manejo integral de las plantas silvestres requiere conocer sus características morfológicas y fisiológicas, sus requerimientos en relación con los factores bióticos y abióticos dentro de los ecosistemas, y las relaciones establecidas con el resto de los seres vivos. Pero esto debe hacerse dentro de un marco económico, cultural y ambiental establecido. En este sentido, también se deben reconocer los aportes globales de las plantas silvestres a los agroecosistemas constituidos.
Los seres humanos a partir de la simplificación de los sistemas productivos, la utilización de semillas mejoradas, a veces transgénicas, y de la utilización de alta carga de insumos sintéticos, hemos querido tener a los sistemas bajo control, es decir reducir el daño realizado por las plantas silvestres a un nivel, llamémosle, aceptable, compatible con adecuados rendimientos productivos y beneficios económicos.
El criterio de control debería dar paso a un manejo sustentable, en el cual las plantas silvestres puedan integrarse al agroecosistema, disminuyendo las pérdidas por competencia en torno al agua, nutrientes y sol, e incrementando los servicios que puedan prestar al sistema humano-ambiental como fuente de energía, de polen, en el manejo de la erosión, en el incremento de la materia orgánica del suelo, en el pool genético, etc. Es decir, no solo su acción competitiva sino también los aportes al sistema.
Para que esto ocurra se debe no sólo repensar el rol o función de estos seres vivos, sino su relación con los otros componentes del sistema, aún los seres humanos, y las prácticas que pueden favorecer o reducir su dispersión, crecimiento , desarrollo y competencia. Podemos en este caso reducir la dispersión, no favorecer las condiciones de emergencia, no propiciar las condiciones de supervivencia, incrementar las condiciones de “control” biológico y minimizar la competencia.
Esta visión sistemática es importante, ya que más que cada parte por separado se hace foco en las relaciones establecidas por los componentes y en la multifuncionalidad de cada componente, qué aporte brinda, y qué requiere de los demás elementos o subsistemas.
En resumen, se requiere de observación, diseño, planificación y acciones respetuosas, monitoreos y evaluación constante y reformulación y/o modificaciones en las estrategias y prácticas a realizar.
Podemos convivir, hasta cultivar plantas silvestres, ahorrando energía en todos los procesos de cultivo y comercialización, consumiendo según nuestras necesidades en cada territorio de manera económica y natural.