Quienes escuchábamos lo que decía y hacía el panelista (generosamente presentado ayer por quienes hoy se escandalizan por sus daños) podíamos entender de qué se trataba. Los que orgullosos hunden la cabeza en la arena y dejan el trasero al aire, los que enarbolan el “la política no me importa»… no.

Los explotadores – digamos, o sea… empresarios de pro –  esperan que culmine la tarea de desarmar a la fuerza laboral, desfinancie sindicatos, quite cualquier freno a su angurria de ganancias sin límite y reduzca la mano de obra al peón de raya, agradecido de su desprecio y rebenque. Aplauden sus dislates y shows mediáticos. Clase propietaria de una colonia que nunca abandonó el papel de socia menor de los dueños del mundo, y cada 100 años renovó ese contrato.

Y el caos llegó.

Palos, gases, insultos, recitales de Alf, muertos por fentanilo sin revisión, suicidios de viejos abandonados, familias durmiendo en la calle… el “descubrimiento” del financiamiento narco al experimento anarcoliberal  de nuestras vidas.

Desregular todo y eliminar controles cierra el ciclo que inició la dictadura militar de raíz burguesa y comprobadamente asesina, siguió la destrucción terrorista de las empresas del Estado (y el alquiler del peronismo) ejecutada por el menemismo como colectivo de arribistas, y que el macrismo siguió gustoso, con la producción de deuda para generaciones.

Nuestros gobiernos no supieron, pudieron o quisieron desarmar esos límites. El kirchnerismo fue la mejor manera de agrandar la economía para repartir un poco más, sin afectar los intereses estructurales del poder. La 125 mostró el límite de proteger el bolsillo y el estómago del pueblo sin organizarlo para la batalla contra los que lucran con el suelo y el comercio internacional, odiando a los que la producen.

Hoy el lumpen que ocupa Balcarce 50 gracias a una larga lista de domesticadores de la despolitización, muestra su desparpajo en el Movistar Arena e hinca la rodilla ante el emperador. Quedan al descubierto sus vínculos con narcos, sus estafas y acumulaciones personales.

Es el cuadro más perfecto de la descomposición de la derecha conservadora que hizo este país a su imagen.  Y todo por unos dólares más.

Desde el origen hasta el presente, nuestro país sufre el carcinoma de su clase dominante. Hay que recordar que la guerra de independencia tuvo a un lado y otro a criollos, las guerras civiles enfrentaron a familias poderosas proinglesas con el paisanaje federal. Caseros fue una victoria del préstamo brasileño a Urquiza. El Estado-nación al servicio de la división internacional capitalista… la llegada de los pobres de Europa/población sobrante de ellos, la mitad gringa de nuestro pueblo. El éxito de una generación que se organizó para darle justicia social a la mayoría morocha y muchos de esos blancos pobres… y su respuesta: el odio eterno de quienes sólo pueden soportar la desigualdad como medida de todas las cosas.

Hoy no alcanza ya con sólo votar. Aunque mucho le debemos a los boinas blancas de 1890 o los esfuerzos del Peludo Yrigoyen para liderar un proceso democratizador. Perón y Eva como síntesis de generaciones de cuadros sindicales socialistas, anarquistas, comunistas, revolucionarios y radicales que combatieron desde la Década Infame, hasta los revolucionarios que ponían el pecho a la fusiladora, las dictaduras proyanquis en los 60 y los 70. Nunca alcanzará el reconocimiento debido a quienes trajeron a Perón en los 70, jóvenes jugados y gremialistas leales.

Y de esa raíz debemos extraer las enseñanzas: anarcos que morían de hambre antes que tocar la caja del sindicato. Hombres y mujeres anónimos capaces de poner propia vida como garantía para construir una Patria para todos. Como San Martin, Belgrano, Dorrego, Rosas, Jaureche… pero  también Karakachoff, Walsh o Hebe.

Hoy, quienes asesinan niños o ancianos en Gaza, bombardean lanchas en el Caribe o dejan morir a los jubiladxs argentos, los tildan a todos aquellos de «terroristas».

El 7 de setiembre oímos el latido persistente. En cada puteada a Miley está el eco de una disputa centenaria.

El 26 de octubre y en paz, nuestro pueblo madurará lo sembrado en las movilizaciones de universitarios, los magullones de los jubiladxs, el medicamento negado a las personas discapacitadas, la ofensa a las diversidades. Hasta esas mujeres victimas de la desidia organizada, que son la mitad de nuestra población negada, golpeada, torturada y asesinada.

Necesitamos que la política construya unidad sin pequeñeces. Sin egos, con programa. Sin proscriptas ni presos políticos.

Las necesidades postergadas de nuestra gente sufriente, de cada joven perdido por el juego virtual, de cada madre que no puede alimentar adecuadamente a sus hijos, de cada ancianx sin respeto y vejez digna lo exigen.

Unidad sin chiquitajes de banda.

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