Este 23 de agosto, hace ochenta y un años nacía en Ingeniero Huergo (provincia de Río Negro), de madre tehuelche y padre mapuche, quien por su propia decisión, ya mujer y reconocida cantante coral, pasaría a llamarse Aimé Painé.
Luego de recorrer su WallMapu, a ambos lados de la cordillera, finalmente desarrolló una asombrosa tarea de difusión de la música de su tierra, cambiando la guitarra por los instrumentos apropiados: el kultrún, las cascahuillas, la pifilca y el trompe.
En la Subcomisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en Ginebra, hizo la emotiva denuncia de la situación de su pueblo, abogando además por el rescate de nuestras lenguas originarias (en enseñanza bilingüe) para resguardo de sus culturas.
“Desde la invasión española que nos quieren salvar; hoy surgen salvadores por todos lados, mientras que nuestro Pueblo sigue de mal en peor”.
Sus interpretaciones musicales iban precedidas por las explicaciones adecuadas que ella misma hacía con su cálida presencia y vestuario nativo en los más diversos escenarios internacionales.
En una de ellas, en el Paraguay, caería víctima de un aneurisma cerebral, el 10 de setiembre de 1987.
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Una semana atrás, la Corte Suprema de Justicia de Chile resolvió por unanimidad la liberación de un preso de la etnia mapuche: Facundo Jones Huala.
El hecho ha pasado sin trascendencia alguna, salvo para ese pueblo y otros originarios. Que siguen recordando y reclamando su historia y sus derechos, que no han sido declarados prescriptos, sino reconocidos constitucionalmente, al menos en nuestro país, en la reforma de 1994. Y por esa Carta, al incorporar Declaraciones Internacionales al respecto.
Facundo tiene varias causas judiciales en nuestro país. Pero su condición mapuche lo pone en tensión con ambos sistemas judiciales: el chileno y el argentino.
Al menos algunos de los delitos que se le imputan, a ambos lados de la Cordillera, tienen el sentido de ser acciones para impedir nuevos desplazamientos de territorios ocupados históricamente por su pueblo.
Aquí toma sentido aclarar las complejidades de estas cuestiones, que no son meramente judiciales o temas de Derecho. Son conflictos entre culturas: en este caso, entre una dominante y otra parcialmente sometida hace casi quinientos años. Pero mientras la última mantiene los principios elementales de su interpretación de cuestiones como las relaciones entre las personas y la Naturaleza, la otra, apoyada en las señaladas complejidades de las transformaciones de la Historia, el Derecho y la Política ha ido cayendo en contradicciones insalvables.
Una de ellas se expresa al conceder a una parte de su población (creciente al irse difundiendo, como le sucedió a Aimé, sus orígenes biológicos) el derecho a resguardar su cultura originaria. Y ese derecho conduce inevitablemente a rechazar la tenencia de la tierra como un bien privado.
Los pueblos originarios (no sólo de nuestro continente americano) coinciden en que las personas no son dueñas de sus territorios individualmente, sino responsables colectivamente de su aprovechamiento y protección.
De allí al desconocimiento de las figuras delictivas de algunos miembros de sus comunidades en la defensa de zonas ocupadas por sus ancestros, hay un solo y breve paso.
El grito de victoria de la madre de Facundo al conocer la decisión judicial, ya inapelable, anticipa la consagración de su hijo como héroe de su pueblo.