Esta habría sido la frase (su última frase) de Arquímedes de Siracusa al soldado romano que instantes después lo mataría. Lo habría ejecutado en un clásico “exceso” de invasor triunfante, ante un hombre de ciencia respetado por el mismo gobierno de Roma. Como suele suceder en esos casos, era un cerebro que querían vivo…

Qué era lo que no debía “ser pisado” (y en qué sentido) no nos ha llegado en claro.

Pero los conocimientos de Arquímedes sí nos han llegado, abriendo en estos dos milenios, millones de mentes al saber.

Matemático y físico, fundamentalmente, puso sus conocimientos al servicio de la defensa de su ciudad natal (un enclave helénico en el sur de la península itálica).

De su asesino, en cambio, no nos ha llegado ni el nombre, o en todo caso, nada de “su fama”. Ni del esbirro, ni de sus mandantes.

Es bueno que algun@s lo ponderen…

El tiempo borrará el recuerdo de estas modernas bestias que trabajan para sus jefes, ávidos de recursos para seguir enriqueciéndose. En un mundo que sigue creciendo en miseria y desgracias.

Llamémosles Javier y Patricia, si quieren…

Las Universidades en “el Río de la Plata” datan del siglo XVII.

  • Charcas  o Chuquisaca (Alto Perú), en 1624, y
  • Córdoba, en 1613.

Sus nombres originales dicen mucho:

  • Real y Pontificia Universidad de San Francisco Javier, la de Chuquisaca (hoy Sucre)
  • Pontificia Universidad de Córdoba (por entonces, Córdoba del Tucumán), en la actual capital cordobesa.

El Rey de España y su aliado, el Sumo Pontífice de turno, asumían la responsabilidad de sostener el funcionamiento de “estas altas casas de estudios”, para formar los “profesionales” imprescindibles para administrar el Virreinato.

Sus objetivos, a imagen y semejanza de sus modelos en la metrópoli (con 300 o 400 años de experiencia) eran la enseñanza del saber.

Como suele suceder, fue un intento vano por controlar a los pueblos.

Mariano Moreno y Gregorio Funes egresaron de esas Universidades pocos años antes de la Revolución de Mayo.

Y adhirieron y participaron de ese proceso, aun desde posiciones diferentes. Es que el acceso al conocimiento (y la educación en general) hacen posible la comprensión de la realidad y la inquietud por mejorarla.

Las Universidades hispánicas en nuestro territorio estuvieron siempre ligadas a los procesos políticos, como es lógico. Porque el acceso al conocimiento científico (es decir, racional) genera compromisos con las cuestiones del poder.

La fundación de la Universidad de Buenos Aires es también prueba de eso. En 1821,  Martín Rodríguez y su ministro Bernardino Rivadavia, al crearla, no lo ignoraron  . . .

Sus objetivos son la enseñanza de los saberes y la investigación.

Sólo que, nuevamente, estas instituciones escapan al manejo de sus creadores.

En particular, aquella “antigua” y clásica Universidad de Córdoba, encabeza (no sus autoridades, sino sus estudiantes) el mayor movimiento revolucionario (desde la perspectiva del “mundo de la cultura formal”) en toda Sudamérica: la Reforma Universitaria. En 1918, logra la modernización de los contenidos, el cambio de relación entre docentes y alumnos, y el gobierno tripartito. Y la autonomía, a pesar del sostenimiento económico por parte del Estado Nacional.

Casi 50 años después, vuelven a protagonizar sus estudiantes (nuevamente, esa “juventud maravillosa”), junto a los trabajadores organizados, otro hecho saliente: el  Cordobazo.

No es extraño entonces que los sectores más oscurantistas, retrógrados, antipopulares y entreguistas, hayan cargado contra ellas. El Onganiato (en 1966, con “La Noche de los Bastones Largos” – Ciudad de Buenos Aires -) y el “Proceso de Reorganización Nacional (entre 1976 y 1983) avanzaron en el retroceso (es una terrible contradicción) contra el funcionamiento de nuestras Universidades.

El fracaso de esa maniobra fue evidenciado por la medida encarada por los gobiernos constitucionales, particularmente entre 1989 y 2015. Fundación de Universidades Nacionales a lo largo y lo ancho del territorio, particularmente en la zona más poblada del conurbano bonaerense.

Los objetivos siguen siendo semejantes, sólo que adaptados a los tiempos: la educación, la investigación y el desarrollo de la tecnología.

Ante los intentos del antipueblo, más instrumentos populares para derrotarlo. Desde las instituciones educativas de nivel superior, a través del acceso al conocimiento científico.

Es lógico entonces que, como en la Siracusa de Arquímedes (en el siglo III antes de Cristo) los mandatarios de los sectores más retrógrados y concentrados económicamente de nuestra sociedad, carguen contra la Universidad pública.

Por los recursos más eficientes que conocen:  el ahogo financiero y la represión.  Con el argumento falaz (pero  inocultable) de siempre:  son la cuna de los “subversivos”, es decir de los que trabajan para cambiar, en serio y a favor del pueblo, los resortes del poder.

Ni unos ni otros lo tienen demasiado en claro. Pero la Historia lo irá mostrando.

Cuidado, Patricia; ¡cuidado, Javiercito (cachorro de león, devenido en gatito mimoso…)!, de ustedes no quedará ni el recuerdo… NO PISEN LOS SÍMBOLOS.

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