Dedicado a detractores, mufas y chantapufis, de ésos que la tiran para atrás en toda ocasión. Y cómo olvidarlos, también van estas reflexiones dedicadas para aquellos que se autofinancian «con la nuestra», no honran sus deudas y la juegan de almitas solidarias…
Algún dirigente sindical más inflado políticamente que la relevancia sectorial que realmente posee, años atrás me dijo, cara a cara transitando ciertos pasillos de carácter institucional, que aquellos periodistas y/o comunicadores que contábamos con una pauta oficial, «tenían que hacer oficialismo». Allá él. Nos hundiremos, y de hecho hacia allí navega este medio en términos financieros. Pero jamás seremos payasos de esos circos.
Se derrumba el país. Inexorablemente. Después, cual tango «Sur», después todo sucederá. Mientras tanto la incertidumbre va de la mano del ocaso decadente de la runfla corrupta cuya cabeza visible es Jamoncito, su hermana en Jefe y todos los bloques políticos y legislativos que los apuntalan desde diciembre de 2023 a la fecha. Y por tipos como el del primer párrafo, al fin de cuentas, también acontecen estos devenires sin solución de continuidad.
Uno sueña y busca lleno de esperanzas, al menos las últimas que van quedando hacia un país autogestionado, soberano en serio, con fuerte desarrollo del mercado interno, plena justicia social que reemplace a la mera caridad asistencial que se extendió desmedidamente. Un país libre de los designios del mundillo hediondo del «mercado» es plenamente posible. ¿Pero, lo es realmente? Lo que se necesita, entre otros factores, es una masa crítica nítidamente mayoritaria, concientizada y dispuesta a bancar la que se tenga que venir desde el infierno revanchista que azotará el mundo de las finanzas, en caso de encauzarnos hacia el rumbo antes esbozado. Y eso es exactamente lo que no hay, esa masa crítica dispuesta al sacrificio en aras al crecimiento patriótico y colectivo. No la hay al menos a la escala necesaria para que el sueño deje de ser sólo eso, a través del paso del tiempo.
Una frase para empezar a definir las cosas
Una simple frase, corta, directa y escrita en rústicas letras negras sobre un muro de algún pueblo de España, contiene más análisis político que muchas tertulias televisivas o interminables análisis en medios gráficos o audiovisuales en general.
«Date cuenta primo, eres clase obrera».
Esa frase nos interpela y nos expone en aquellas miserias sociales que solemos negarnos a ver y mucho menos, asumir. Un sistema putrefacto que nos hace creer que somos consumidores, usuarios premium, emprendedores, autónomos por propia convicción, socios de la empresa. Nos venden la ilusión de que nuestra identidad está en la ropa que llevamos, en el auto que financiamos, en los viajes que realizamos o en el nuevo teléfono celular que aún estamos pagando en cómodas cuotas.
Aquella pintada devela la trampa: Si vivís de vender tu tiempo, si dependés de un salario, si tu vida está hipotecada o alquilada… entonces sos clase obrera. Lo lamento, chilles o pataleés, eso es lo que sos y adonde pertenecés. Es una frase que no te ataca, sino que te señala, casi con afecto, como alguien que comparte calles, precariedad y cansancio. No hay distancia, hay comunidad. Te dice que lo que te pasa no es un problema individual que puedas resolver con más esfuerzo o autoayuda. Es una condición colectiva que compartes con millones de personas. Enfermeras en hospitales colapsados, jornaleros que recogen la fruta que otros exportan mientras aplauden a los rufianes que lavan y fugan divisas a gran escala, docentes que acumulan contratos y horas en múltiples colegios apenas para llegar con las finanzas hogareñas a fin de mes… los «deliverys» riders que pedalean o se exponen la vida arriba de sus motocicletas, para que funcione la falsa comodidad digital…
El podrido sistema que nos envuelve, necesita que lo olvidemos. Que pensemos que todo es cuestión de talento y voluntad. Por eso aquello de la bosta propagandística de la meritocracia inunda con su mierda a todas nuestras pantallas desde hace demasiados años.
Pero la riqueza por lo general, se hereda. Mala noticia para ilusos e ilusas de toda procedencia. La precariedad se cronifica y el esfuerzo sin red de contención, acaba en ansiedad, cuando no en desgracia. Mientras tanto, el trabajo invisible que sostiene la vida social, los cuidados, la limpieza, la crianza, se siguen regalando gratis o a precio de miseria… aunque sin ellos nada pueda funcionar.
«Eres clase obrera» es un concepto que nos coloca frente al espejo sin rodeos. Nos recuerda que es imposible ser neutrales. Que nuestros intereses no se alinean con quienes especulan con nuestras causas, ni con quienes privatizan nuestra salud, ni con quienes convierten en negocio la educación de nuestros hijos e hijas. Cada vez que olvidamos nuestra pertenencia, otros malditos lo aprovechan para usarnos como mano de obra barata o como carne de cañón en guerras que no son nuestras, y que sólo reditúan a los más hijos de puta, a los vendedores de armas, a los complejos militares industriales, mayormente alojados en occidente.
Aquella pintada a la que aludo no es una ocurrencia, es un recordatorio. No nos pide pureza. Pide lucidez. No nos pide «hacer oficialismos». Nos pide ser coherentes. No exige heroísmo. Propone memoria. Porque cada derecho que hoy nos parece sagrado, fue conquistado cuando la clase obrera se reconoció como tal y se organizó. Parece sólo una pintada en un muro de cemento. Pero es, en verdad, un manifiesto comprimido, una advertencia cada día más urgente. Una mano que nos toma del hombro para decirnos «dénse cuenta de una vez!». Porque el día -si sucede- que lo entendamos las amplias mayorías… aquel día empezará la discusión política de verdad. Y comenzaremos a dirimir esta interminable pulseada en otros términos.
Un víudo de la URSS llorando su fracaso desde zurdolandia. Típico del director de este medio. No somos monos manejando un torno!! La autonomía emprendedora nos saca de esa falsa dicotomía. La gente ya no come los discursivos haters de los periodistas, nos liberamos de su odio socialista y construimos para la libertad!
Cristian los que odian son ustedes fascista de opereta que fueron derrotados el 7 de setiembre y lo volverán a ser el 23 de octubre
URSS, Sorprendida.
¿En serio pensás que los que manejan un torno son monos?
¿Sabés dónde va a ir a parar la autonomía emprendedora cuando estos delincuentes reformen el sistema jubilatorio?
A mí me gusta la nota y me gusta este periódico, donde se tratan muchos temas distintos y de buenas maneras.
Quizás sea porque soy un viejazo, la última generación que usaba la palabra URSS.