Hace algunos días, por uno de nuestros -preferidos, escasos- canales televisivos, se difundió “Sin novedad en el frente”, filmada en 1930 sobre la novela de Erich María Remarque. Esta película, si no se está medianamente informado, no es “una más de guerra”…
Remarque (en realidad, Remark) fue un comprometido autor alemán, pacifista u antimilitarista.
Y la película no es una más de tiros y de muerte, como muchas otras.
Nos hace reflexionar sobre los horrores de esa lacra eterna que es la guerra.
El autor la había sufrido en carne propia.
Pero en el título (de la novela y del film) hay un término que merece nuestras reflexiones: Novedad.
Vamos a ella.
Un término derivado de la palabra “nuevo”, se nos figura a menudo, como merecedor de toda nuestra simpatía.
La “novedad” viene a sacudir el mundo de la vida rutinaria, agobiante para las almas jóvenes… (los viejitos podemos llegar a ver ese infinito trascurrir de siempre-lo-mismo, como un tranquilizador anticipo de la paz definitiva).
Ante lo nuevo, nuestro cerebro se pone en tensión. Y se prepara para el cambio.
Otra palabra que, si lo sabremos, puede ser usada, astutamente, para seguir por la misma vía. E incluso, para volver atrás.
La novedad, lo nuevo, el cambio, generan disposiciones cerebrales, anímicas, espirituales, emotivas, muy especiales.
Para quienes están enganchados en el mundo de la investigación científica, por ejemplo, la aparición de una novedad, aunque les obligue a desandar lo sabido, lo seguro, a seguir disfrutando de la “zona de confort”, puede ser la puerta para un hallazgo invalorable en la tarea.
Así pudo haberle pasado a Isaac Newton, el del chichón por la manzana abandonada a la “fuerza de la gravedad”.
Esa remanida historia de que el tipo se avivó de golpe de que las cosas caen, como si no fuese una persona atenta a la interpretación de los fenómenos.
La novedad no es eso para cualquiera. No es novedad para todas y todos.
Finalmente, ese mismo inocente descubridor de la “teoría gravitacional” enunció la llamada “tercera ley”, sin necesidad de ver que todo cuerpo ejerce una fuerza de atracción en relación con su masa.
Para los filósofos antiguos, una de las claves del debate.
El mundo, la realidad, evidencian la preservación de lo dado, o son el campo en el que se desarrolla un devenir desconocido, esperanzador e inquietante.
Así desde Parménides de Elea, lo inmutable es lo real. Mientras que para Heráclito de Éfeso nada permanece, ya que lo propio de la realidad es el cambio.
Si dos filósofos presocráticos, es decir, de ese pensar anterior a los que tropezaron con la complejidad de las interacciones humanas buscando el control del poder, no coincidían, ¿qué podemos pedirles a nuestros gobernantes, a nuestros “representantes”, envueltos en el vértigo del mensaje que emiten y las presiones reales que se expresan por tentaciones y riesgos infinitos…?
Ellos no son científicos ni filósofos, encandilados por la búsqueda del conocimiento y el descubrimiento de la verdad.
Por el contrario: (nuestros gobernantes) viven sumergidos en la maraña de negocios y compromisos, sin tiempo para reflexionar sobre un pasado incluso reciente (diciembre de 2001) y el futuro extremadamente impresionante (las elecciones de 2025).
Hemos pasado (seguramente ya se habrán dado cuenta…) de un mundo extraño, ajeno, inabordable si nos interesa la cotidiana supervivencia, al de la llamada política de todos los días.
Ese es el problema de la novedad… De la novedad que nos asalta a cada instante.
Si lo pudiésemos entrevistar a Parménides, en una calle del Gran Buenos Aires, seguramente nos tranquilizaría explicándonos que, a pesar de lo que vemos y sufrimos, nada cambia, que lo real no es lo que vemos, que ya pasará esta ilusión del apremio y la desesperanza.
Mientras, sepamos evitar el encuentro con otro entrevistado imposible, a la vuelta de la esquina, por ejemplo con Heráclito, convenciéndonos de que nos engañamos si creemos que esa historia “ya la vivimos”, porque esta inmundicia que nos rodea, no es la misma de siempre.
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Tomá mate.
La cuestión era “la novedad”… Y miren adónde vinimos a parar.
Y si no han quedado en buenos términos con la realidad, va en adjunto una manera de recuperarse…
Raúl Beltrán es un cantautor mexicano. De esa tierra en la que la vida, parece, vale menos que aquí (si es que se puede) y este tema musical “La novedad”, también reflexiona sobre lo que vale y lo que no vale…
Hermano país en el cual, hace pocos días, asumió la primera presidencia una señora, por primera vez, una señora… en la patria del machismo ¿Y la violencia?. Vaya novedad.



¿Habrá que vivir la vida bajo el signo de la singularización para ver la vida bajo otra mirada?
¿Habrá que volver a formas más analógicas o abrazar la tecnología y resignarse a la lo nuevo como la novedad en la relación de las personas? La tecnología en estos tiempos que corren traen la novedad en todos nuestros ámbitos. Son problemas actuales que tendríamos que pensar como parte de esta nueva sociedad que queremos. La singularizacion como la entendió schlovski para desautomatizar la percepción y vivir las cosas como si fueran la primera vez en una realidad cada vez mas hipermediatizada y reprogramada.