Y no nos justifiquemos con aquello de que “pasa en todo el mundo”, porque no necesariamente es así. Sucede, y en forma recurrente, en nuestra sociedad, en nuestro país. Y eso es lo que debe ocuparnos, aquí, ahora, y de cara a lo que viene. Es nuestro problema, no el de otros.

A poco de asumir Javier Milei entendimos que la bomba en el banco Central y la dolarización eran meras fantasías. Lo cierto es que los cálculos de los reducidos espacios de politización o interés en la política dentro de nuestra sociedad, daban que los libertarios caerían a los pies del macrismo, al carecer de cuadros políticos que mínimamente llenaran de cargos los ministerios, secretarías, direcciones nacionales y demás ámbitos burocráticos, verdaderos botines de guerra para los oficialismos de turno… sin excepción alguna. Un poco de madurez política es hacerse de una buena vez cargo de estas prácticas, que como cualquiera puede darse cuenta, han contribuido también al hartazgo social cuasi generalizado. Pero no fue así, ni por asomo. El mileísmo por el contrario, poco a poco ha comenzado a fagocitarse al macrismo… y la cosa sigue en esa dirección, aparentemente aún sin techo a la vista.

Nunca es de la nada. Por algo surgió esta apuesta popular a favor de un extremista y una mayoría decidió ponerlo como jefe de Estado. Y bancarlo contra viento y marea a lo largo del primer año de mandato. Las excusas las dejamos para el rincón de Nunca Jamás, la subestimación, ídem, y lo cierto es que acá estamos, gobernados por perversos con muy importante apoyo ciudadano.

Tampoco perdamos el tiempo en aminorar impactos. Al fin y al cabo, salvo honrosas excepciones, quienes se auto-definen como “nuestros” dirigentes, gozan de la habilidad de realizar cabriolas, para darnos la espalda cuando las “malas” son las que prevalecen. Y quien esté libre de culpas… ya saben cómo sigue el concepto.

Por cierto, la inflación dibuja imagen de estar bajando, cuando lo que debería contar no es eso, sino el poder adquisitivo. Y la Ciudad de Buenos Aires, que regula increíblemente en buena medida el humor nacional… ya no tiene piquetes. ¿Con eso le alcanza al gobierno? Por ahora… y por si aún no lo adivinaron, la respuesta es: Sí.

El manejo de las expectativas hace rato que, se sabe, es un factor clave en toda construcción estructural. El micromundo mileniano fue efectivo en ese manejo. Y la oposición, esa que demuestra serlo en los hechos, no la de mentiritas, careció de una efectividad exactamente inversa.

En una brillante columna del pasado 20 de diciembre en Página 12, el escritor y ensayista Jorge Majfud señaló con quirúrgica precisión que:

“Las obsesiones del capitalismo, ahora desenfrenado, se vuelven a repetir con las mismas características de hace un siglo. Cada generación tiende a olvidar, no sólo la historia sino el dolor de sus abuelos que debieron atravesar por traumas nacionales y globales. Las nuevas generaciones tienden a ser insensibles a las tragedias de los abuelos. Más aún si el desprecio a la educación, a la cultura y al pensamiento crítico, están de moda.

¿Será que el péndulo de la historia cambia de dirección cada tres generaciones? ¿Será que cada generación que aprecia la civilidad, el valor de la solidaridad y la empatía, es precedida por una que sufrió su destrucción, precedida a su vez de otra que la despreció?

Estamos en esa generación del desprecio, orgullosa del mito más perverso de la historia: ´el desenfrenado egoísmo del individuo es beneficioso para la sociedad´. Generación que será seguida por la crisis, el fascismo y luego la rebelión de los de abajo. (…) Si algo está claro es que este sistema no tiene futuro. Su única estrategia es prolongar la agonía de los de abajo y el champagne de los de arriba hasta donde sea posible”.

Pista urgente para nuevas canciones

Hay viejas canciones que supieron aportar grandes avances, cada cual en su respectiva etapa histórica. Pero que ya no dan la talla para encabezar soluciones de mayorías en este presente. No obstante, el refresco de los mejores estandartes de aquellas viejas canciones, puestas para apuntalar desde un discreto costado a la conformación de las nuevas canciones aún por aparecer, serán esenciales para reconstruir alguna conciencia de lo colectivo como única salida potable a este agujero en el que se va hundiendo la Argentina.

Si las viejas banderas de las fuerzas que nacieron desde las entrañas populares persisten en su posición obtusa –cuando no abiertamente malintencionada- de contarse las costillas y no tener la mínima humildad de hacer tábula rasa para las diferencias que hayan existido en tiempos pretéritos en casi todo sentido, y permanecen encerrados en su inconmensurable ego… entonces, por supuesto, el 2025 nos encontrará en medio de una inquietante consolidación de un entramado social esencialmente moldeado y regido por un ideario de neto corte fascista. Y la cantinela de la continuidad democrática la habremos arrojado a las más sórdidas alcantarillas de nuestra historia… una vez más.

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