Es difícil pensar cómo describir lo que hace Jon Jones desde hace catorce años; campeón mundial semipesado a los veintitrés años, dieciséis peleas de campeonato en esa categoría con victorias contra los mejores, deja el título vacante y se prepara dos años para subir a los pesados y va y gana el título, haciendo ver fácil la pelea contra Ciryl Gane, y ahora viene y supera de pie y en el suelo al mejor peso pesado de todos los tiempos.

Es cierto que Miocic tiene cuarenta y dos años, está más lento y todo lo que se quiera decir, pero aún así le hizo más pelea a Jones que el joven Gane, y no deja de ser Stipe Miocic: un tipo con buena lucha, gran striking y buen cardio.

El derribo de Jones en el primer round fue una pieza de baile memorable, muy fina, ataque arriba, paso adelante y un lance de judo muy estilístico, de un nivel de GOAT, del GOAT que es. El segundo round fue más parejo si se quiere, pero el dominio de la distancia de Jon Jones también fue espectacular, sin su fighting IQ dominando la pelea desde su alcance y desde la planificación del golpeo al cuerpo de Miocic, que terminó de dar su frutos en el tercer round con esa bellísima patada giratoria que derrumbó a Stipe y todo terminó.

Jones es el luchador perfecto de los deportes de combate, un Mohammad Alí moderno. Tiene la mejor lucha, el mejor stricking, en pesos pesados golpea más fuerte que en light heavyweight, tiene el fighting IQ más alto de las MMA y ¡hace dieciséis años!, todos están diciendo: “este que viene va a ganarle a Jon Jones”, “esta vez sí, limpian el piso con Jon Jones”… y Jones siempre gana. Jones siempre sale con el brazo en alto.

Cae antipático Jones, es cierto, todos señalan los desórdenes de su vida privada. Las fiestas, sus problemas familiares, su famoso doping positivo por sustancias que hoy son legales… es el Diego de las MMA, el eternamente discutido pero al mismo tiempo, el eternamente más grande.

Jon Jones volvió a ganar, señores. Y todo se ordena a su paso como si estuviéramos en presencia de un poderoso alquimista, cuyo camino dorado transcurre en armonía y, a pesar de estar cerca de su fin, en niveles de intensidad tan potentes que nada parece capaz de detenerlo.

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